lunes, 20 de enero de 2020

La ilusión del tiempo

Tengo un reloj de arena.

Lo he llenado hasta arriba y ahora todo es eterno.

No hay espacio para el tiempo.

viernes, 17 de enero de 2020

El Duende de la Perversidad


No creas todo lo que te cuente;
El Duende de la Perversidad
aprieta de la cintura y te convierte
en un reloj de arena.

Aprieta tanto que el tiempo detiene
y, ¡cómo duele!

Nunca olvides tus propios rezos;
aguanta y cierra fuerte los puños,
clava tus uñas en la piel hasta vela sangrar,

resiste el desequilibrio
y camina, transitando la cuerda tensa y fina,
secuestrada la palabra pero no la voluntad.

La verdad...
Tanto hablar es solo ruido,
me tiembla el pulso y otro paso
que viene del más allá.

Es gracias a ti que escribo, 
pronto será por alguien más.
Mi tez reflejando tu espejo, 
todo por imaginar.

Llegas a la sima de tu belleza,
estallas en mil pedazos, y ¿qué te queda?
¿Merece  tanto la pena?

Te falta el aire: acerca la boca y respiro por ti.
Te doy la mano y te levantas,
de nuevo en pie; avanzas.

El camino se desdibuja y tengo sed,
dame un poco de tu agua,
que aunque ahora esté estancada,
pronto yo la haré correr.

Toca separar las manos,
sin mirar atrás,
ni decir adiós,
El Duende de la Perversidad no entiende de súplicas.

viernes, 3 de enero de 2020

Color rosa chicle

¿Y qué te diría si te tuviera de frente?
Me ha costado mucho llegar hasta aquí,
ese no era mi objetivo, pero el destino
se encargó de repartir la suerte.

El milagro, que esté de pie y entera a tu lado,
con la armadura mordiendo mi cuerpo,
por los golpes del camino que he cruzado.

Tanto tiempo he pasado de inútil busca,
con tus ojos me preguntas que qué quiero,
descansar por fin un rato, pero aún no es el momento.

Hubo varios intentos, todos frustrados,
caminé por lugares peligrosos, por parajes milenarios,
anduve sola y con frío durante muchos años.

Y aquí te tengo, preguntando qué ha pasado,
no podría contarte ni en diez mil años,
ni siquiera yo soy capaz de abarcarlo.

Nunca pensé que existiría un viaje tan truncado,
tan mutilado y destrozado,
algo tan crudo e infestado de gusanos.

Y aquí estoy, superviviente de un pasado
que aún hoy no ha terminado,
aunque a pie continúo, todo un milagro.

¿Me querrás así, decrépita y herida?
Sé que te gusta mi sonrisa,
que te gusta mi alegría.

Pero es cierto lo que decías: misteriosa,
el misterio es lo peor,
el que anida dentro de mis tripas,

es tan grande que ni yo podría imaginarlo,
tan terrible que ojalá pudiera olvidarlo,
tan incomprensible que no podría contarlo.

¿Podré amar así, tras todo lo vivido?
¿Me quedará un lugar limpio, no corrompido?
Para pensarte desde ahí e imaginar algo distinto
de lo que hasta ahora ha sucedido...

No hay otro sitio desde el que amar, te digo,
¿tendré un lugar para ti, mi amigo?
Ver el amanecer y estar en paz,
desde ahí quiero estar contigo.

Y no te voy a negar que me pongo a temblar cuando te veo,
que en ese momento se me para el tiempo,
que por un segundo olvido todo,
que mi cuerpo parece curado y fuerte de nuevo.

Pero soy consciente de que tengo mi camino;
que me tengo que cuidar y actuar sola y contigo,
curar las heridas y empezar al fin de nuevo,
para no agarrarte el cuello si otra vez siento que muero.

El Gran Muro

Deslizándome como una anaconda de mar, a toda velocidad,
el pasado pegado a mi piel, corro para que no me alcance:
la imposibilidad como acto supremo de vida.

¿No estaré dando vueltas esta vez también?
¿Voy hacia delante o algo me precipita?

Termino desnuda en una playa,
las gaviotas giran alrededor de mi cabeza
y esperan mi muerte sin saberlo.

No se puede burlar el destino
sobre todo ese estrepitoso
que aspira a chocar contra El Gran Muro.

Me arrastro y solo pido dormir,
obligada a seguir,
en este camino, en este escenario.

¿De dónde saco la fuerza?
Rezo a todos los dioses;
ninguno me contesta.

Respiración entrecortada,
espalda alada y arrancada, colgando,
vengo de allí abajo y no puedo subir,
¿me vas a dar tu la mano?

Siempre te acabas marchando.

¿Qué haría el héroe griego
si ante los cantos de sirena,
sin cuerda estuviera para ser atado?

Cruz a la espalda y la cuesta no termina,
y la eternidad nunca es una vida
sino un castigo por siempre hasta la cima.

Que no mueres ni resucitas:
una enfermedad que en el pecho palpita.