El Duende de la Perversidad
aprieta de la cintura y te convierte
en un reloj de arena.
Aprieta tanto que el tiempo detiene.
Y, ¡cómo duele!
Resiste en el equilibrio.
Contén la respiración.
Transita la cuerda tensa y fina.
Secuestrada la palabra pero no la vocación.
Callar.
Callar.
Tanto hablar es solo ruido.
Tiembla el pulso y otro paso
que viene del más allá.
Es gracias a ti que escribo.
Tiembla el pulso y otro paso
que viene del más allá.
Es gracias a ti que escribo.
Pronto será por alguien más.
Mi tez reflejando tu espejo.
Mi tez reflejando tu espejo.
Todo por imaginar.
Llegas a la sima de tu belleza.
Estallas en mil pedazos, y ¿qué te queda?
¿Merece tanto la pena?
Te falta el aire: acerca la boca y respiro por ti.
Te doy la mano. Te levantas.
De nuevo en pie. Avanzas.
El camino se desdibuja. Tienes sed.
Toma un poco de mi agua.
Que aunque ahora esté estancada,
pronto tú la harás correr.
Toca separar las manos.
Sin mirar atrás, ni decir adiós.
El Duende de la Perversidad no entiende de súplicas.
Llegas a la sima de tu belleza.
Estallas en mil pedazos, y ¿qué te queda?
¿Merece tanto la pena?
Te falta el aire: acerca la boca y respiro por ti.
Te doy la mano. Te levantas.
De nuevo en pie. Avanzas.
El camino se desdibuja. Tienes sed.
Toma un poco de mi agua.
Que aunque ahora esté estancada,
pronto tú la harás correr.
Toca separar las manos.
Sin mirar atrás, ni decir adiós.
El Duende de la Perversidad no entiende de súplicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario