martes, 25 de septiembre de 2012

Monólogo

Esos días en que te arrastras por la ciudad,
en que tus ojos están a medio abrir,
tus sentimientos también están a medio abrir,

en los que el café no funciona,
en que hay kilómetros de distancia entre tú y la gente,

en los que escribir es la única conversación posible,

en los que no caer en la cama para tratar de dormir
                                                           es muy difícil.

Arrastras los pies, entreabres los ojos, escribes como puedes,
pero estás más preparado para dormir eternamente
que para cualquier otra cosa.

Y aun así disfrutas ese calmo día,
porque es el momento en el que entre tus labios y tu oreja
hay un centímetro de distancia.

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